Al describir la situación
que atravesamos hoy debido a una crisis económica sin precedentes que combina
hiperinflación, escasez y colapso de los servicios públicos, ya hemos sido
alertados sobre la creciente desigualdad entre quienes cuentan con divisas para
mantener su nivel de consumo y el resto de los venezolanos. Esta desigualdad es
evidente, pero está lejos de ser la única resultante de la crisis.
Entre la mayoría que tiene
dificultades para ajustar su ingreso al aumento del costo de la vida, los efectos varían en
función de su situación socio-económica previa a la crisis. Así, mientras
quienes tenían algún capital pueden vender activos para mantener su nivel de
consumo, los más vulnerables se han visto obligados a disminuir sus gastos, aun
en las necesidades más básicas como la alimentación. El resultado es una gran
desigualdad entre quienes pueden sobrevivir y aquellos a quienes la crisis va
dejando con secuelas permanentes.
Pero las nuevas
desigualdades emergen no solo por razones económicas. También se acrecientan
las provenientes de otras características de la población, como el sexo y la edad.
En este sentido, los niños y los adultos mayores sufren con mayor intensidad
los efectos de la crisis, puesto que su vulnerabilidad los convierte en los
principales dolientes de las carencias en los servicios de salud y, a la vez,
en ambos grupos los efectos de la caída en el consumo de nutrientes tiene
efectos devastadores.
Para cerrar, está el efecto
de la crisis sobre las mujeres. En primer lugar, son ellas quienes
mayoritariamente asumen el cuidado en sus hogares, así que sobre ellas recae la
penosa tarea de hacer colas y peregrinar buscando alimentos y medicinas. Ello
les dificulta mantenerse económicamente activas y, por tanto, acrecienta su
vulnerabilidad, sobre todo en las más pobres. En segundo lugar, la situación
del sistema de salud las afecta de forma directa: a la vez que la ausencia de
anticonceptivos les impide planificar su familia, la atención al parto es cada
vez más precaria y por ello Venezuela es el único país del continente en el que
aumenta la mortalidad materna. Por último, si deciden emigrar para sobrevivir a
esta crisis, terminan expuestas a los peligros de las redes de trata de
personas y prostitución.
La recuperación de la
convivencia democrática exige recuperar la inclusión y la igualdad de
oportunidades en la sociedad venezolana. Por ello, no solo es imprescindible
superar el estado de derecho y los equilibrios económicos. También será
necesario el diseño de políticas sociales que permitan a los más vulnerables
recuperarse de los efectos de esta crisis.
Publicado en la columna Acuerdo Social en Últimas Noticias (12/08/2018)
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