La revisión
de nuestras estadísticas oficiales parece mostrar un panorama alentador sobre la situación educativa de los jóvenes, puesto
que reflejan una creciente inclusión de esta población en el sistema formal
de enseñanza. En el último decenio la tasa de asistencia escolar de
la población entre 15 y 19 años de edad ha crecido, incluso más rápidamente que en las décadas pasadas tal como se muestra en los datos censales a partir de 1961. Sin embargo, ¿es este indicador
suficiente para pensar que el acceso a la educación se ha hecho más
igualitario?
Para
responder a esta interrogante debemos abordar dos cuestiones. En primer lugar, si
esta mayor asistencia escolar se ha traducido en mayor logro educativo de los
jóvenes. Adicionalmente es necesario conocer si el logro educativo de los
jóvenes, medido de acuerdo al promedio de años aprobados ha
aumentado por igual para quienes provienen de diversos entornos socioeconómicos.
Con
respecto a la primera interrogante, durante el último decenio efectivamente se
ha registrado un incremento en el promedio de años de escolaridad aprobados por
la población de 15 a 24 años de edad, que pasó de 8 a 9,5 años. Pero al descomponer estas ganancias según sexo
y grupos de edad encontramos que para el grupo de 20 a 24 años el promedio de
escolaridad alcanzado está por debajo de la educación media completa (11 años
de escolaridad), por lo cual este aumento en el logro educativo sigue siendo insuficiente para las actuales demandas del mercado de trabajo.
Por último, es necesario verificar si hay diferencias en este logro educativo de este grupo de población de acuerdo con las características económicas y educativas del hogar de origen de nuestros jóvenes. El panorama resultante es aun más desalentador: en promedio, quienes tienen padres universitarios aprueban casi 3 años más de escolaridad que quienes provienen de familias con un un nivel de instrucción menor a los 6 años de primaria. Aunque aun hace falta realizar mayores cálculos para verificar la significación estadística de estas diferencias y el papel de otras posibles variables explicativas, parece claro que la política educativa bolivariana no ha logrado cambiar las desigualdades que han caracterizado a nuestro sistema de enseñanza.