Estuve la semana pasada en Bogotá por un viaje de trabajo y tuve la oportunidad de visitar Fragmentos. Espacio de Arte y Memoria. Me llamaba la atención poderosamente conocer la experiencia, por el aprendizaje que podría significar para nosotros los venezolanos, que solemos hacer poco esfuerzo por apropiarnos de nuestra propia historia.
No conozco mucho el contexto colombiano, ni soy experta en arte, así que no tenía mayor información sobre el lugar antes de llegar allí. Pero suponiendo que se trataba de hacer memoria sobre un conflicto armado que duró más de 50 años, esperaba encontrar fotografías y otros testimonios del horror. Sin embargo, me encontré con unas ruinas rodeadas de un edificio sobrio, vacío, silencioso.
En la explicación de Doris Salcedo, artista que concibió este espacio, nos comenta que en el acuerdo de paz firmado en 2016 se establecía que las armas entregadas por las FARC debían ser utilizadas para la realización de un monumento, pero ella no quería monumentalizar las armas. Y la solución que encontró fue convertirlas en la base de un espacio disponible para presentar en el futuro múltiples visiones sobre el conflicto armado. El acero fundido se convirtió, entonces, en el suelo de un complejo con dos salas de exposición y una sala proyección rodeado por las ruinas de un viejo solar bogotano que nos sitúan de inmediato como en la destrucción de una guerra.
Así, la obra no toma partido o lo hace solo por las víctimas de la violencia. Cientos de metros de acero fueron esculpidos a martillazos por mujeres víctimas de violencia sexual en el contexto del conflicto. Y aun cuando no hay fotografías, pinturas o esculturas sobre la violencia y sus consecuencias, en el video que explica cómo se concibió y se realizó Fragmentos, aparecen estas víctimas que escribieron parte de la historia de Colombia modelando el metal que en el pasado fueron las armas que las sometieron. Y sus relatos no se basaban en revivir frente a las cámaras el dolor sufrido para conmover o confrontar al espectador, sino que hablaban del perdón como condición para sanar y seguir adelante. Eso me pareció mucho más intenso que cualquier foto o video de esos que circulan regularmente en redes buscando clicks.
Y entonces, claro, pensé en Venezuela. En nuestro país que nunca ha querido hacer memoria sobre la persistente violencia política de nuestra historia. Conocemos que hubo represión en tiempos de Gómez o Pérez Jiménez, pero la mayoría de los caraqueños de mi edad o más jóvenes no tienen idea de dónde quedaba la Seguridad Nacional. La naciente democracia en 1958 no se ocupó de la memoria, de recordar el horror para no repetirlo. Y así las fuerzas de seguridad siguieron actuando de la misma forma. Al punto que mi papá murió, casi 40 años después, en el mismo pasillo que Jorge Rodríguez (padre).
Recuperar la democracia va a necesitar, sin duda, recuperar la memoria. No bastarán las sentencias judiciales que llegue a haber (también las hubo en el pasado). Como sociedad tenemos que mirar de frente la violencia política que nos ha acompañado el último siglo y recordar a Leonardo Ruiz Pineda, Fabricio Ojeda y Fernando Albán, entre tantos otros. Pero también a los fallecidos en El Amparo, en el Caracazo o en las OLP. Necesitamos mirarnos en el espejo y reconocer que también somos ese horror para que podamos avanzar hacia un futuro donde estas muertes no ocurran nunca más.
Desde el gobierno se ha alimentado el odio a todo el que piense distinto durante los últimos 20 años. En el dolor por todo cuanto hemos padecido, este odio se ha vuelto recíproco y en las redes abundan las críticas estridentes contra el diálogo, contra todo aquel quizás alguna vez simpatizó con el chavismo. Pero mientras persista el odio no podremos sanar, no podremos construir una paz verdadera. Pienso en esas cosas desde esta humilde esquina que no sirve para convencer a nadie y temo cómo será el futuro que podremos construir.
Quizás el arte pueda ayudarnos. Busquemos ese espacio para la memoria y el perdón.
Menuda tarea...
muy bueno Lissette, perdonar implica saber qué pasó para poder recordar. Tenemos un gran silencio sobre nuestro pasado lejano y reciente. Superar el odio implica recordar, saber, vivir con el dolor y reconocer lo que nos paso
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo, amiga. Y hay que insistir en que esa es una tarea urgente e impostergable.
EliminarHola Lissette...desde nuestra tribuna es www.justiciatransicional.org.ve tenemos a la memoria histórica como central en nuestro trabajo, especialmente la de las víctimas.
ResponderEliminarMi apuesta...de lugar emblemático. "el Helicoide"
Me alegra que tengamos visiones cercanas! Sigamos conversando. Muchos saludos!
EliminarMe encanta tu visión sobre el perdón, saludos
ResponderEliminarMuchos saludos, Daniel. Gracias por leer!
EliminarHola Lissette:
ResponderEliminartiempo sin leerte. Estupendo post. Lamentablemente y eso tú lo sabes, la historia la cuentan los que tienen la sartén por el mango y muchos de generaciones anteriores y muchos más de generaciones más recientes, no se ocupan ni se preocupan por conocer sobre nuestro pasado en general y menos sobre lo atinente, a lo que tu bien calificas de persistente violencia política. Los tuit, wsp y noticias (¿titulares?) de dudosa veracidad les basta. A mí me preocupa mucho, sobre todo en un escenario de un posible cambio de gobierno, que la violencia política en lugar de desaparecer se recrudezca. He leído a profesionales que se desempeñan como coach del diálogo político que dicen que aquí no hay posibilidad alguna de una solución negociada. y entonces me pregunto ¿es que la alternativa es que nos enfrentemos violentamente entre hermanos? ¿O que haya una intervención militar ?. Al parecer, a los que no conocen la historia de guerras civiles e intervenciones militares, estas alternativas les parecen las ideales.
Saludos
¿Cómo andas?
Hola Ara! Efectivamente, tenía mucho tiempo sin escribir!
EliminarYo también temo que un eventual cambio político no signifique el fin de la violencia por las narrativas de odio que aun persisten. Esperemos que se imponga la cordura...
Yo por aquí, trabajando a millón y por eso escribiendo poco. Muchos cariños y gracias por leer y comentar!
Hola Lissette. Me encanto la forma en la presentas el lugar, será mi próxima parada cuando viaje a Bogotá!!
ResponderEliminarMaravillosa forma de sublimar tanto dolor y tanto horror, excelente la forma en que concibió este espacio la artista.
Sin duda, es una visita que vale la pena. Un abrazo!
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