Hay cierta sensación de irrealidad cuando te toca recorrer
tu ciudad entre escombros porque recibiste la noticia de que en aquel
supermercado hay leche. Y corres, claro.
Como quizás en otros tiempos alguna vez corriste porque estaban grabando
Ligia Elena en el Teatro Las Palmas y
el grupo de amigas del edificio moría por ver en persona a Guillermo Dávila, de
quien ese día solo nos separaban un par de cuadras.
Pero, bueno, los tiempos cambian y ahora uno corre por
leche, aceite o alguna medicina. Me preocupaba esta mañana que el mentado
supermercado queda en El Cafetal zona de aguerridos guarimberos. Encontré en el
camino varias barricadas construidas con palos y muebles viejos, sin muchas
pancartas que explicaran qué es lo que se demanda. Algunas de estas barricadas
estaban abandonadas y otras con pequeños grupos de manifestantes, muy jóvenes.
Y hubo suerte, porque solo habían restringido el tránsito, no lo habían
detenido. Escombros y basura en las
calles, colas por comida y aviones militares sobrevolando la ciudad… Cualquiera
pensaría que es el escenario de una distopía; desafortunadamente, es nuestra
cotidianidad.
Cuando empezaron las protestas en Caracas y en muchas otras
ciudades del país el pasado 12 de febrero, mostré públicamente mi desacuerdo.
Pero después de una represión desmedida, de 15 muertos, cientos de detenidos y
al menos 33 casos documentados de tortura, no tiene mucho sentido elucubrar si
este era o no el momento, cuál era la mejor forma de canalizar el descontento o
sobre cualquier otra precisión. A nuestros problemas de escasez, inseguridad e
inflación, se ha sumado ahora la violencia desproporcionada del estado. Y con
conducción o sin ella, es de esperar que la gente siga en las calles
manifestando su descontento. La cuestión es cómo.
Mientras en algunas zonas del este de Caracas los vecinos
han decidido que su activismo consiste en cerrar completamente el tránsito
durante todo el día, mientras en otros sectores hay enfrentamientos diarios
entre manifestantes y los cuerpos de seguridad del estado, esta coyuntura también
ha servido para abrir espacios a la creatividad y a la ciudadanía
organizándose. Por citar solo muy pocos ejemplos: el Proyecto
Reconocernos, plataformas para la difusión de información a través de la
web 2.0 como @EfectoEco y @volantear, nuevas asociaciones como
@MusicosNLaCalle. La ciudadanía se está moviendo mucho más allá de las marchas
y las “guarimbas”, se están tejiendo nuevas redes, donde lo central no es tanto
qué opción política partidista defiendes, sino la promoción de la tolerancia,
el encuentro, la defensa de los derechos de todos. Creo que es el germen de un
cambio importante.
Este no es el escenario completo. Como se diría en tiempos
de la guerra fría: los rusos también juegan. El desenlace de la actual crisis
política no depende exclusivamente de qué decida hacer y cómo la ciudadanía
descontenta, ni los líderes de la Mesa de la Unidad Democrática. El actor más
poderoso en el actual juego político es el gobierno, quien tiene a su
disposición los muchos o pocos recursos económicos del país, todos los poderes
públicos, las armas de los cuerpos de seguridad y el sistema nacional de medios
públicos para distribuir a la ciudadanía su interpretación de la realidad.
El gobierno es en la actualidad como aquel rival en una
partida de dominó que tiene en su mano la única piedra que puede jugarse, el
que puede decidir si abre juego o si tranca la partida. Así, los llamados a
conferencias de paz serán ilegítimos para los estudiantes, gremios y partidos
de oposición mientras el gobierno no admita la legitimidad de las demandas populares
frente a los graves problemas que nos aquejan, mientras no reconozca el derecho
a la protesta y no se emprendan acciones concretas para el cese de la violación
de los derechos humanos y el castigo de los responsables. Esa jugada de
reconocer al adversario y aceptar que existe un marco legal que debe ser
respetado por todos los actores, incluido los propios cuerpos del estado, solo
la puede hacer el gobierno. Si no emprende ese camino el juego está trancado y
no habrá vías posibles de negociación, por más conferencias de paz que se
transmitan en cadena nacional de radio y televisión.
Aunque de lado y lado haya quienes apuesten por trancar, por
encerrarse en sus posiciones, en nuestras manos sigue estando la posibilidad de
seguir construyendo nuevas redes y espacios de encuentro donde se promuevan la discusión,
la integración y la tolerancia, aspectos imprescindibles para la salida
democrática y pacífica que desea la mayoría de los venezolanos.
Y @PancartazoVE! Me encanta ese movimiento.
ResponderEliminarLa protesta sólo representa el piso para presionar por una solución; en la que no participarán quienes protestan desorganizadamente en las calles, sino políticos (que ojalá entre sus tareas políticas organicen sus propias protestas). Las evidencias demuestran que al día de hoy, los únicos políticos que tendrían velo en el entierro de Venezuela, son extranjeros y los que actualmente están en el gobierno y en sus periferias prochávez: urge encontrar vías inmediatas para que el descontento popular se incorpore a la solución política de la crisis. De no encontrarse, nuevamente cachicamo trabajará pa'lapa, independientemente de que la protesta sea como sea, o de que se organicen los músicos o los deportistas o todo aquel que debería estarse organizando siempre para hacer algo útil con su vida social... Desde las últimas décadas del siglo pasado, por tratar de resolver la incapacidad de los partidos venezolanos para ejercer legítima y eficazmente la política, pensando que los "espacios a la creatividad y a la ciudadanía organizándose" deben restringirse a sus propios intereses sectoriales y evitar incorporarse a la organización política de la sociedad, se abona el terreno para el novedoso estado totalitario que se cree representar políticamente a toda una sociedad, aún cuando sólo es referencia para quienes apoyan al gobierno que lo detenta...
ResponderEliminarPara que valga la pena incorporarnos a alguna de tantas vías concretas, oportunas y necesarias en este momento (protestas y/o organización ciudadana sectorial), creo conveniente arrancar con la reflexión y compromiso sugeridos en estos 12 mandamientos:
1. Sé político. Por más que digas que no eres político ni te gusta la política; sólo con participar en tu familia, en tu comunidad y en tu trabajo, eres político y ejerces la política
2. Negocia. Los diversos intereses de los otros, pueden ser tan válidos como los tuyos. Para negociar y acordar las soluciones colectivas, está justamente la política
3. Participa. Todo militante o simpatizante de un partido es un político. No significa que tengas que participar en un partido para ser político
4. Hazlo bien. Como todo en la vida, puedes esperar cosas buenas si ejerces bien la política. Si la ejerces mal o si la evades, no esperes que ningún otro político te asegure las cosas buenas que esperas
5. Piensa políticamente. Toda interacción social es política: Si haces, si dejas de hacer o si te haces el que no es contigo, en todos los casos estás ejerciendo la política
6. Gánatelo. Ya no estamos para que te creas la antigua ilusión venezolana: que te mereces lo que esperas, sólo por ser ciudadano. Te mereces lo que te ganes ejerciendo bien la política
7. Sé responsable. Por cada omisión tuya en política, habrán varios políticos diciendo que es por ti que lo hacen todo. Y nadie te asegura que lo harán cómo a ti te gustaría
8. Organízate. Nadie te pide que seas líder, pero si quieres serlo y no te dejan, búscate la organización en la que puedas serlo
9. Ubícate. No te pretendas político (ni analista ni comentarista ni crítico político) sin organización estructurada y/o formación politológica
10. Aprende haciendo. La política se aprende ejerciéndola. Al equivocarte en política sabrás lo compleja que es. Aplica la autocrítica siempre, para ejercerla cada vez mejor
11. Construye. Si no existe el partido o el líder político que tú quisieras, eres tan responsable como los que tú crees que lo están haciendo mal o que no lo hacen
12. Responsabilízate. Tus líderes políticos deben rendirte cuenta a ti y a los dolientes externos de sus decisiones, acciones u omisiones. Evita solidaridades automáticas. Si no hacen lo que esperas de ellos, reclámaselo y enmiéndenlo, porque tú eres tan responsable como ellos