Frente a este ajuste económico, que no es un "paquete", ¿cómo queda la gente?
Las descripciones más usuales en
la literatura nacional de cómo influye la renta petrolera en el funcionamiento
del sistema político democrático solían incluir dos aristas: 1) la inexistencia
de las pugnas distributivas típicas de otros sistema políticos (quién financia
el costo de los beneficios y programas de distinta índole) posibilitaba una
menor conflictividad social y contribuía, por tanto, a la estabilidad democrática;
2) el principal arreglo de este sistema político se basaba en que el estado
distribuía renta petrolera a diversos sectores sociales y económicos a cambio
de apoyo, expresado en votos. Lo que se omitía en muchos de estos análisis es
el peligro para la democracia que resulta de la autonomía financiera del estado
petrolero: si no necesita de los ciudadanos para sostenerse, ¿por qué tendría
obligación de rendirles cuentas u ocuparse de sus necesidades?
La nueva Constitución de 1999 se
proponía, justamente, que la participación popular en la política fuera más allá
del ejercicio del voto cada cinco años, por ello se estableció la “democracia
participativa y protagónica”. Después de 14 años de haber sido promulgada,
podemos hacer balance de si este nuevo ordenamiento legal efectivamente ha
cambiado el funcionamiento de nuestro sistema político. ¿Cómo se distribuye
ahora la renta petrolera? Al igual que en el sistema establecido a partir de
1958, la renta sirve tanto a la acumulación en empresas y empresarios, como a
la distribución de beneficios en la población. Sin embargo, se ha acentuado que
las transferencias están vinculadas de
forma directa con la obtención de apoyo político, a tal punto, que todas las
iniciativas sociales por las que el gobierno ha recibido crédito han surgido en
las cercanías de eventos electorales (desde las primeras misiones sociales en
el período previo al referéndum de 2004, hasta la Gran Misión Vivienda
Venezuela que acompañó la campaña presidencial de 2012 o el “Dakazo” a fines de
2013) y los empresarios, empleados y contratistas reciben su tajada solo si
pueden probar su apoyo al “proceso”, listas Tascon y Maisanta mediante. A pesar
de la importancia que se atribuye a la participación popular, de la creación de
consejos comunales y otros mecanismos para incentivarla, en realidad el papel
de los sectores populares no ha cambiado de forma sustantiva.
Durante el 2013 ya se ha hecho evidente
el enorme costo que ha resultado de las políticas económicas aplicadas hasta el
presente: escasez, inflación, déficit fiscal, baja producción nacional… Frente
a ello, el gobierno ha empezado a aplicar medidas que permitan organizar aunque
sea un poco las malogradas cuentas fiscales, como la devaluación del tipo de
cambio (pasando la mayor parte de los rubros a la tasa SICAD), el incremento
del precio de la gasolina… y las que seguro vendrán durante 2014. Pero estas
medidas no son un paquete de ajuste económico, porque este no es un gobierno
neoliberal salvaje, sino uno socialista y bolivariano. Sobre todo, este conjunto
de medidas ocurrirá justo durante un largo período sin elecciones, para lo que
ha sido costumbre durante los últimos 14 años. Por ello, es difícil imaginar
que algún sector del gobierno esté preocupado por el efecto social de las
nuevas medidas económicas. La pobreza y la desigualdad dejarán de mejorar,
incluso empeorarán. Sin embargo, el eventual descontento no será importante
hasta 2015, cuando se acerquen las elecciones parlamentarias. Hasta entonces, ¿dónde
quedarán la gente y sus problemas? ¿Quién se ocupará de la agenda de ese
pueblo, en teoría protagonista de la revolución bonita?
Las medidas pretendidas generan suficiente caja al gobierno como para decir "maduro forever" sólo el aumento de la gasolina a 2,50 aporta>2,5billones USD. La deval puede aportar bastante más. Estamos en un país con los pobres más ricos del mundo y por esto los más felices. No veo problema social por el aumento de la gasolina "para los carros de los ricos" y la devaluación cuyos efectos están ya afectando a todos.
ResponderEliminarCiertamente, los efectos ya los estamos sintiendo. La diferencia en 2014 es que nadie se ocupará de minimizar las consecuencias. Continuarán la inflación y el desabastecimiento seguirán, quizás empeorarán. Aunque eso no supone que habrá alguna reacción popular.
EliminarTan solo me atrevería añadir a su muy acertado análisis, que si bien la situación económica impactará negativamente a los sectores más débiles en 2014; la fortaleza del apoyo popular al "proceso" está en su raigambre emocional, donde el individuo se "siente" tomado en cuenta y se "considera" actor principal, de una puesta en escena llamada "revolución". En este marco, la conflictividad social ha sido bastante transitiva como para no cuestionar ni afectar al núcleo de la obra (sus líderes y directrices), amén que se cuentan en miles por año las diferentes protestas en todo el país. Visto esto, y en sintonía con el comentario anterior, diría que lo importante no es lo que en términos reales se le pueda dar al colectivo; sino, más bien, lo que éste sienta que se le está dando, y en consecuencia logrando. Diríase "...no basta con ser la mujer del César, sino hay que parecerlo", y robusteciendo un tanto los ingresos fiscales, esto es factible. En este punto, las teorías conspirativas harán lo propio para cuidar las espaldas de un desgaste social, político y económico que impide permear a todo su electorado. Más que acomodación, es asimilación lo que hemos experimentado en estos 15 años, y el modelo es Zimbaue, no tanto Cuba..
ResponderEliminarAquí la pregunta es hasta qué punto la identificación simbólica de la gente con la revolución se mantendrá, aun en el caso de gran dificultad para la gente. Pero sobre esto es muy difícil adelantar hipótesis. Saludos!
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