Uno no elige las herencias que le tocan. Mis
colegas seguramente pensarán que esto es una perogrullada porque, obviamente,
no elegimos nacer hombres o mujeres y lo que eso va a significar en nuestra
cultura, no escogemos el nombre que llevaremos toda la vida o el idioma que se
convertirá en nuestra principal vía de expresión. Todo eso está allí, nos
precede. Y precisamente por ello los sociólogos decimos, siguiendo a Durkheim,
que los hechos sociales se nos imponen de forma coercitiva. Pero en estas líneas
no intento referirme a esas nociones básicas de sociología general, sino a un
tema mucho más personal.
Por ejemplo, no elegimos a nuestros maestros. A
lo sumo elegimos un camino o varios y, si tenemos suerte, encontramos en ellos
un faro que lo ilumina y nos permite entender mejor los retos que debemos
superar para transitar por el sendero escogido. Para mi fortuna, en la Escuela
de Ciencias Sociales encontré no uno, sino muchos maestros, faros que con una
generosidad inmensa brindaron por largos años esa luz a los jóvenes inquietos
que llegábamos a la UCAB queriendo ser sociólogos, aunque en rigor la mayoría
de nosotros no teníamos la más remota idea de para qué podía servirnos esa
profesión.
Antonio Cova, uno de esos maestros, nos dejó
ayer. La sensación de pérdida que abruma a todos quienes compartimos con él
largos años, no solo como sus estudiantes, sino también como colegas en la
Escuela de Ciencias Sociales de la UCAB, es insondable. En mi caso particular,
no podría decirse que fui de sus discípulas directas; me dediqué a otras áreas
del conocimiento sociológico, me volví fanática de los estudios cuantitativos y
de los modelos estadísticos… podría decirse, en general, que fui construyendo
con los años una forma muy distinta a la suya de encarar la sociología como
profesión. Pero seguramente esta búsqueda del camino propio es también herencia
suya, en la medida en que nos invitó a todos a atrevernos a ser curiosos, a
hacernos preguntas, a mirar la realidad que nos rodea a partir de la teoría
sociológica. Por supuesto, frente a esta invitación cada unos buscó su vía personal para abordar estas inquietudes.
En la conflictividad que caracteriza la vida
académica, una de las cosas que siempre me sorprendió de nuestro profesor Cova
era el respeto hacia sus colegas, su trayectoria, sus miradas, sus aportes.
Hecho especialmente valioso si consideramos que en estos últimos años, casi no
quedan en nuestra escuela profesores que no hayan sido también sus alumnos.
Sabía los intereses de cada quien, y tenía sus recomendaciones bibliográficas
personalizadas. Nunca dejamos de aprender a su lado.
Son muchas las herencias que nos deja en la
UCAB. La más importante es probablemente la menos conocida para las jóvenes
generaciones y fuera de la Escuela de Ciencias Sociales: la institucionalidad
que hoy tenemos (nuestro Estatuto Orgánico, la garantía de estabilidad de los
profesores en sus cátedras, la existencia de centros de estudiantes y de representación
estudiantil en los órganos de cogobierno de la UCAB, entre otras) fue el
producto de una serie de protestas –huelga de hambre incluida- que se inició
luego de la expulsión de un grupo de estudiantes y profesores (Antonio Cova,
entre ellos) en julio de 1972. Los esfuerzos de los estudiantes y profesores de
aquellos años dieron lugar al entorno en el que podemos desarrollarnos las nuevas
generaciones, con libertad de pensamiento y autonomía de cátedra. Con la posibilidad de
construir conocimiento y ser universidad. Libertad y crítica que siguió
defendiendo hasta su último aliento, siendo un aguerrido representante de los
profesores en nuestro Consejo Universitario.
También está, por supuesto, la herencia que
compartimos los colegas por la formación recibida en sus cátedras. Pero este
tema es harto conocido y no hace falta desarrollarlo aquí. Aunque ciertamente
leí y aprendí mucho gracias a sus cátedras, le debo más cosas. Por ejemplo,
haber leído La condición humana de
Hannah Arendt que, sin ser un libro de sociología, ha sido una referencia
importantísima para mí. También le debo mi primera incursión en la docencia. Era
una pioja recién graduada cuando me invitó a dictar una clase de Sociología
III. Mi ansiedad fue tal, que pasé tres días sin dormir, jajaja. A pesar del
susto, creo que ese experimento funcionó, luego de haber dedicado estos últimos
12 años a la docencia.
Lo más asombroso es que también me dejó una
herencia material: su biblioteca sobre estratificación, donde no solo están los
clásicos de la sociología norteamericana de los años 50 (su favorita), sino
también algunos textos que son curiosidades históricas en estos tiempos, como
uno titulado “Clases y sociedad en la Unión Soviética”. Solo quienes conocieron
su devoción por los libros pueden comprender el honor que significó para mí haber
recibido ese legado.
Un buen maestro, como era Antonio Cova, sobre
todo tiene fe en los que están llamados a tomar el testigo. En mi caso, siempre
agradecí su confiada apuesta por lo que podría llegar a ser, especialmente por
mi tendencia, aun no superada, a la
inconformidad o a una suerte de “rebeldía sin causa”. Espero no decepcionarle y
honrar su legado formando con los mismos estándares de excelencia a las
generaciones de sociólogos por venir.
Tuve la ocasión, la oportunidad, la suerte, de encontrar ese faro al que haces referencia, en una no tan mencionada casa de estudios donde también dejo su huella el profesor Cova, El Instituto de Altos Estudios para la Defensa Nacional. Su característico "Me Explico" era una gran evidencia de su preocupación por dejar claros los difusos conceptos de la sociología aplicados a una no menos compleja idea: La Seguridad y Defensa Nacional
ResponderEliminarCiertamente, sus labores docentes no fueron solo en la UCAB, pero esta fue su actividad más prolongada. Me alegra que también tu experiencia en el IADEN la hayas visto reflejada en estas líneas. Gracias por tomarte unos minutos para comentar. Saludos!
Eliminarbellas palabras...
ResponderEliminarGracias!
EliminarNo tuve la dicha de ser su alumna,pero cada vez que iba a Alo Ciudadano, me hipnotizaba con su oratoria.Y no podia dejar de oirlo.Me fascinaba su verbo. Que Jehova lo bendiga y lo guarde.
ResponderEliminarLissette, en nuestra vida de estudiantes, siempre hay profesores que dejan huella en uno!! te entiendo perfectamente. Nunca conocí personalmente el Prof. Cova, pero al igual que uno de tus lectores, personalmente disfrutaba mucho escuchándolo, por la claridad en sus explicaciones y lo bien que manejaba el tema social. Así como también sus columnas en periódicos.
ResponderEliminarEs una lastima que personas tan valiosas tengan que irse, pero así es la vida, y como bien dices tú, hay que sacar provecho de su legado y de alguna u otra manera darle continuidad a su trabajo y aporte.
Gracias por compartirlo.
Saludos.
Arturo Crespo.
Muchas gracias a ti por comentar, Arturo. Saludos!
ResponderEliminarTenía tiempo sin leer las "Conjeturas para llevar". Esta entrada es particularmente conmovedora.
ResponderEliminarAbrazos Lisse... Como siempre, colmados de cariño.
Gracias, Manuel, por estar siempre tan pendiente. Un abrazo!!!
EliminarGRACIAS LISSETTE !!! Realmente a 5 años ... Dejo en Nosotros la capacidad de seguir cada dia ...con la Observacion Cotidiana y Social ...de la REALIDAD !!! QDLB !!
ResponderEliminarGracias profe por sus palabras, sin Duda El profesor Antonio Cova, fue en definitiva la autoridad que me mostró las virtudes de nuestra hermosa profesión.
ResponderEliminar2018, hab pasado varios años, interesado en obtener su publicación sobre la política social en formato electrónico, será posible?
ResponderEliminarAquí lo tienes: http://biblioteca2.ucab.edu.ve/iies/bases/iies/texto/GONZALES_Y_LACRUZ_2007.PDF
EliminarMuchos saludos y gracias por leer!