1
Comienza a llover en Caracas luego de un verano
inclemente. Las chicharras y los mangos anuncian el cambio de estación solo
visible con los ojos del que ha crecido en el trópico. Podría ser bonito, sentir
el agua limpiando el aire y alejando el calor. Pero las primeras lluvias
inundan nuestras calles cotidianas, hasta tenemos oportunidad de conocer lagunas
nunca antes vistas en estos primeros aguaceros de 2013. Ese primer día llegamos
tarde al trabajo, llegan tarde los niños al colegio; bien porque nuestros carros
no pueden atravesar las vías, bien porque el Metrobús salió una hora tarde, pues
ese día ningún chofer llegó a trabajar.
2
Las lluvias
empezaron un par de semanas después de las elecciones presidenciales. En las
casas ya no se oyen los niños cantando “Que llueva, que llueva / la vieja está
en la cueva”, sino cohetes y/o cacerolas. Los días transcurren como si lo único
que importa es lo que ocurre en televisión: cadenas de radio y TV sucedidas por
ruedas de prensa, marchas multitudinarias simultáneas tomando Caracas,
acusaciones, explicaciones, análisis en la radio y en ingeniosos artículos de
prensa. Mientras tanto, seguirán inundándose las calles, crecerá aun más el
número de damnificados y seguirán muriendo cientos de venezolanos cada semana a
manos del hampa.
3
Cerramos el
mes de abril con el espacio consagrado a la deliberación entre quienes proponen
distintas ideas transmutado en campo de batalla. La libertad de pensar, abolida
para quienes sostienen públicamente sus dudas –legítimas- ante el resultado de
las elecciones. Parece importante centrarse en estos graves acontecimientos.
Pero en las calles, la lluvia sigue cayendo. Siguen los apagones y la escasez. La
gente sigue muriendo. Y desde esta humilde esquina pienso que solo cuando los verdaderos
problemas de la gente sean las principales noticias y los puntos prioritarios
del debate, se habrá logrado destrancar el juego político. No para que gane A o
B, sino los derechos de todos los venezolanos.
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