La noticia de esta semana fue el funeral y entierro de Carlos Andrés Pérez, muchos meses después de su muerte, por las diferencias familiares sobre el lugar donde debería ser inhumado. Aunque un amigo que estuvo en La Chiquinquirá me dijo que la gente no era tanta, que eran los adecos de siempre, igual me resulta de interés toda la movilización y el impacto que tuvo en los medios.
La comparación con el funeral de Betancourt no es obra mía, los propios organizadores anunciaban que el féretro del expresidente CAP haría el mismo recorrido que el de Betancourt en su momento. Y aunque ustedes no lo crean, yo recuerdo el cortejo fúnebre de Betancourt.
Era septiembre de 1981, así que yo no había cumplido 10 años. No les voy a mentir: en aquel tiempo no tenía la menor idea de nada, ni siquiera creo que haya sido capaz de entender los chistes políticos de Radio Rochela de la época. Sin embargo, vivíamos a una cuadra de la Av. Andrés Bello y mi papá nos llevó a mi hermana y a mí a la azotea del edificio para ver pasar el cortejo fúnebre de Rómulo Betancourt. Nos explicó que había muerto el padre de la Democracia (creo que esas fueron sus palabras textuales) y que era un momento importante que debíamos presenciar. A mí me impresionó, tanto, que puedo recordar 30 años más tarde lo que desde lejos parecía el ataúd, el gentío que llenaba la calle de nuestra vida cotidiana.
Ahora el expresidente Pérez hizo el mismo recorrido. No lo presencié, ya no vivo en el mismo edificio, además ese día estaba dando clase y ocupándome del trabajo de la oficina. Pero sí lo seguí las noticias en twitter: la bomba lacrimógena en el estacionamiento de la iglesia, las calles cerradas, los discursos que pude leer, los que oí por radio camino a casa. Y no puedo evitar preguntarme ¿qué estamos conmemorando?
Porque uno podría recordar al presidente que nacionalizó el petróleo y el hierro, que creó el programa de Becas Gran Mariscal de Ayacucho, entre otras muchas obras producto de los grandes recursos petroleros que ingresaron al país durante su primer período presidencial. Pero no, quienes lo reivindican se centran en su segundo gobierno, período tumultuoso… de eso sí me acuerdo.
En las elecciones de 1988 yo estaba frustradísima; tenía 17 años, no podía votar. Sin embargo, acababa de entrar a la universidad y vivía intensamente la agitación de la campaña, las expectativas, los cuestionamientos. Leía con avidez las críticas al “paquete económico” del nuevo gobierno, iba a foros y discusiones en los que se debatía en torno a las medidas que se estaban tomando. Atravesé Caracas hasta Montalbán el 28 de febrero del 89 muy temprano porque tenía examen parcial en contra de la opinión de mis padres diciendo “esos curas no paran las clases”. Obviamente, al salón llegamos 4 compañeros y la profesora, así que no pudo haber examen. Pero en el recorrido vi las protestas, las calles trancadas, cómo bajaron de su carro a una amiga que estudiaba Comunicación Social para quemarlo muy cerquita de la entrada de la universidad. En el angustioso camino de vuelta, vimos los saqueos, autobuses quemados ahí cerquita de casa, en la Av. Libertador. Viví mis primeras jornadas de incertidumbre y mis primeras colas para comprar comida (desafortunadamente, vendrían muchas más de ambas con los años por venir), me estremecí con la suspensión de garantías, la violencia, los muertos, los cuentos de los compañeros que vivían en zonas populares sobre los excesos de la Guardia Nacional buscando “saqueadores”.
Y en mi recuerdo, ese desasosiego se mantuvo hasta la salida de Pérez en el 93. Huelgas, protestas, disturbios que me impedían llegar a casa, dos golpes de estado (y esos días también salí a caminar la ciudad hasta el centro, para ver cómo estaba la cosa… qué le vamos a hacer, ¡estudiaba sociología y era curiosa!).
En fin, que no sé qué celebramos 20 años más tarde. Efectivamente, CAP fue un demócrata que aceptó la decisión de sacarlo de la presidencia y con eso nos hizo un bien, imposible negarlo. Pero su gobierno tuvo grandes errores que para resumir me centro en dos: no prevenir el impacto social de las medidas económicas y atender ese aspecto solo a posteriori y muy lentamente; no haber trabajado lo suficiente en los acuerdos políticos necesarios para hacer viable su programa de reformas no sólo económicas, incluso las políticas como la descentralización.
Lo que más me sorprende hoy es la sensación de que son los mismos actores políticos y económicos que adversaban la liberalización de la economía a comienzos de los noventa quienes hoy se oponen al proyecto estatista de nuestro actual gobierno. Y con respecto a los técnicos, los que están por ahí trabajando en los programas y propuestas de los precandidatos de la oposición, me preocupa que crean que ya sabemos lo que hay que hacer para componer nuestra situación económica y social. Que crean que sólo hace falta conocimiento técnico y buena voluntad. En fin, que no hayan aprendido la lección del 89.
La Joda Nacional nunca acabará...
ResponderEliminarEn política muchas veces la verdad histórica no es la más importante, sino la verdad política y el uso que se hace de ella en el momento que se construye. Por eso creo que CAP es importante ahora para quienes hace 20 años se dedicaron a defender el Estatismo exacerbado... Es irónico, y aunque no parezca, CAP les ganó la partida a estos también
ResponderEliminarCierto, el funeral cumple hoy un papel político, pero cuál? A mi me procupa que no se haya aprendido la lección: lo que faltó entonces fue la negociación, el acuerdo, la búsqueda de puntos de encuentro con los distintos actores. No podemos partir, otra vez, de la convicción de que lo técnico por su cuenta resolverá los problemas. Nuestra experiencia es que no fue así!!! Claro, estos 12 últimos años también nos muestran que no se puede prescindir de lo técnico, las evidencias en todos los sectores son abrumadoras!
ResponderEliminarEl tema del presidente CAP me ha parecido siempre muy interesante, principalmente por las consecuencias de la aplicación de aquel programa de ajustes macroeconómicos de su segundo mandato; para ese entonces yo tenía cuatro años, vivíamos en el edificio más alto de Casalta III, desde allí podía apreciarse gran parte del oeste caraqueño conmocionado. Recuerdo haber visto desde lo alto, señores cargar con media pierna de res, lavadoras, colchones, etc. parecían hormigas. La noche del 28F mami nos acomodo en medio del apartamento para dormir, pues ese espacio no daba hacia ninguna ventana, así que era el más seguro, las balas iban y venían y de vez en vez impactaban en el edificio. Al día siguiente en la mañana mis hermanas y yo bajamos con mi papá a los alrededores a ver la destrucción, mientras papi explicaba el porqué de todo aquello yo solo me fijaba en que el puesto donde mi abuela me compraba empanadas, estaba quemado, y la panadería donde comprábamos chupetas “salvavidas” ¡sin chicle!, destruido.
ResponderEliminarHoy, entiendo mucho más, y siento todo aquel episodio como un viraje importante, impregnado de elementos, que como dices, están quedando de lado; no solo por que se deja pasar lo relevante de la falta de acuerdo, negociación y búsqueda de puntos en común, sino también por que se pasa por alto lo perjudicial que puede ser ese afán de nuestros políticos de hacer las cosas “a su forma”. Considero que nada hay que conmemorar con la muerte del ex presidente CAP; evidente, los mandatos de este personaje no pueden resumirse solo al 27F, pero digamos que mucho tuvo que ver aquella desastrosa implementación; que nos otorgó, no nada más sus consecuencias inmediatas, sino un descontento generalizado, una apatía hacia los asuntos políticos, desafección política, antipolítica, que a su vez originó en la ciudadanía, un importante repliegue hacia lo privado y por supuesto, propició el terreno político en perfecto equilibrio para la aparición de personajes muy conocidos por todos hoy. Así que si algo tendríamos que rememorar a propósito de este paseo fúnebre, debería ser precisamente estos detalles, implicaciones y pormenores que siempre van quedando a un lado… de eso esta llena nuestra historia...
Zharah, gracias por leer y tu extenso comentario! Ciertamente, hay muchas lecciones que aprender del turbulento período 1989-1993. La pregunta es: aprendimos?
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