La desigualdad es el tema del momento. No solo en
este año 2014 el análisis económico elaborado por Piketty
(¡de 700 páginas!) entró en la lista de
bestsellers, además este fenómeno está detrás de diversas movilizaciones
políticas en Europa y Estados Unidos y, en el campo de la sociología, fue el
tema central del Congreso
Mundial de Sociología realizado el pasado julio en Yokohama, Japón.
En el mundo en desarrollo la desigualdad ha
sido un tema imprescindible por décadas y a raíz de la crisis económica en los
países desarrollados se ha podido constatar que también allí es un tema central.
Sin embargo, contamos aun con pocas herramientas teóricas para entender cómo se
produce y reproduce este fenómeno. A esta tarea de dedica el sociólogo sueco Göran Therborn en su reciente libro “The
killing fields of unequality” (2013). Y aun cuando no es un libro del que
todo el mundo está hablando, a mi me ha parecido una lectura indispensable para
todo aquel que considere insuficiente reducir la desigualdad a un tema de cómo
se reparten las remuneraciones.
Así que en mis próximos artículos pienso
comentar brevemente esta lectura y sus implicaciones. El libro aborda la
desigualdad desde una perspectiva amplia, puesto que parte con la premisa de
que debería considerarse inaceptable la inexistencia de igual capacidad para funcionar
como un ser humano.
Por ello, muestra evidencia de abundantes
estudios previos en diversas disciplinas sobre cómo la desigualdad se expresa a
lo largo del globo en vidas más cortas: la esperanza de vida al nacimiento
muestra importantes brechas según nivel socio-económico en países desarrollados,
incluso al controlar por raza; menor talla de los niños pobres (especialmente
en África, Asia y los más pobres de América Latina) y aun en los países
desarrollados, donde la desnutrición extrema es casi inexistente, los niños de
familias pobres presentan peores condiciones de salud.
Pero además de esta primera dimensión de la desigualdad
que él llama “vital”, propone otras dos: desigualdad existencial, que refiere a
la desigual distribución de autonomía, dignidad, libertad y derechos que
enfrentan minorías étnicas o religiosas, personas con discapacidad, mujeres, sexodiversos
y demás grupos que son discriminados por su diferencia en relación con algún estándar
establecido.
Por último, define la distribución desigual de
recursos para actuar como la tercera dimensión de la desigualdad. Aunque esta
es la perspectiva más comúnmente abordada, Therborn no incluye aquí únicamente
recursos monetarios como el ingreso, también otros como el capital social y
cultural, así como el poder.
Una vez que hemos presentado su definición de
la desigualdad, es pertinente preguntarnos cuál es, entonces, el tipo de
igualdad que deberíamos considerar justa o deseable. La respuesta convencional,
desde los trabajos de Rawls, Sen o Röemer nos llevaría a plantear rápidamente
que lo deseable es la igualdad de oportunidades. Sin embargo, Therborn plantea que
si bien las oportunidades de que se dispone al nacimiento pueden tener efectos
importantes y duraderos, incluso en un contexto en donde cierta igualdad de
oportunidades existe, esta no sería suficiente para evitar la pobreza o la
desigualdad en distintos momentos del ciclo de vida. Cada día los sujetos
enfrentan oportunidades distintas que en buena medida son producto del
resultado del día precedente. Por tanto, argumenta, que “la dicotomía entre
(des)igualdad de oportunidades y (des)igualdad de resultados es una
construcción ideológica sociológicamente insostenible”.
A mi esta idea me ha dejado pensando. Y antes
de continuar presentándoles el resto de su propuesta, me encantaría conocer la
opinión de mis compañeros de conjeturas: ¿es sostenible el concepto de igualdad
de oportunidades? ¿debería ser la base del diseño de políticas públicas
inclusivas/ equitativas? ¿si no es ese el concepto, entonces cuál?
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