Hace más de dos semanas mis hijos estaban con su papá en Ocumare de la Costa (Estado Aragua), disfrutando de un merecido descanso vacacional. Pasaban el día en la playa de Bahía de Cata (debo confesar, una de mis favoritas) cuando ocurrió un accidente: el padre se fractura el tobillo derecho al en medio del fuerte oleaje que caracteriza esa playa. Allí comenzó un suplicio que aún hoy no termina.
En primer lugar, cómo trasladarse hasta el Centro de Salud del pueblo de Ocumare porque, obviamente, aún cuando es una playa muy concurrida en vacaciones, carece de servicios de salvamento. Como puede, conduce hasta allá por sus propios medios mientras el único otro adulto en la casa se queda a cargo de 6 chamos. A pesar de que no hay rayos X, el médico de guardia diagnostica que hay más de una fractura en el tobillo y enyesa la pierna para inmovilizarla. El paciente tiene que pagar a alguien para que conduzca hasta la casa de vuelta, y empieza la movilización familiar para ver cómo hacemos para traerlos de vuelta a Caracas. Afortunadamente, el seguro del carro cubre asistencia en viajes y así se logra el traslado. Al día siguiente a medio día los niños están en casa y el padre en la emergencia de una buena clínica. Aparentemente, todo resuelto.
Pero ahí es cuando empiezan a manifestarse con intensidad los problemas que agobian a todos los venezolanos. Primero, el yeso había sido mal colocado, o estaba contaminado o no se limpió la pierna de la arena y agua salada con las que venía de la playa. Consecuencia: a las 24 horas del primer yeso la piel del pie aparece con daños como los de una quemadura de segundo grado. Como es un paciente cardíaco, la probable infección es algo grave y comienzan a acercarse médicos de diversas especialidades para ver el caso. A pesar de la diligencia de los médicos y de contar con dos seguros, pasa en un cubículo de emergencia más de 24 horas.
Aunque la fractura amerita operación, no es posible realizarla hasta tanto no esté curada la piel. Largos días de hospitalización van comiendo la cobertura de los seguros, así que médicos y paciente acuerdan que vaya a casa hasta que sane la piel para luego ingresar nuevamente a ser operado del tobillo. De esto último hace una semana. La piel está sana ahora, pero aún no hay fecha de operación porque las clínicas se han tardado todos estos días en emitir un presupuesto y aún falta tramitar con el seguro la Carta Aval. Durante todo este tiempo, el paciente debe tolerar el agudo dolor de una fractura no tratada. Y todo ello aún cuando hay capacidad de pago de los altos costos de una clínica privada.
Sería llover sobre mojado hacer referencia a los viajes al exterior de nuestro presidente para tratar su condición de salud, mientras el resto de sus compatriotas debe hacer frente a estas penurias y otras aún mayores en la población que no cuenta con algún seguro médico, así que no me detengo en eso.
Precisamente porque no soy especialista en el área de salud me pregunto, ¿cómo se resuelve esto? ¿Cómo garantizar adecuada atención frente a accidentes u otras emergencias en localidades pequeñas, más aún cuando son destino turístico? ¿Cómo mejorar los tiempos de respuesta en clínicas y hospitales? ¿Cómo garantizar los insumos necesarios? ¿Qué hace falta para que la prioridad sea el bienestar del paciente?
Como pueden imaginar luego de este relato, no tengo mucha fe en que el modelo de nuestros servicios de salud privados sea la respuesta. De momento no creo en nada, lo siento.
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