sábado, 12 de septiembre de 2015

6 meses

El tiempo es caprichoso, se estira y se encoge a voluntad. Una voluntad, además, opuesta a la nuestra porque los momentos alegres nunca parecen durar lo suficiente, mientras que el tedio o la tristeza aparentan prolongarse hasta la eternidad.
6 meses, 180 días o medio año. Puede ser mucho tiempo o poco, según nuestro ánimo o qué es lo que comparamos. Hoy hablo de 6 meses de ausencia, de incredulidad, de duelo. También 6 meses de cambios... que han incluido, además, 6 meses de fama prestada y 6 meses de fiscales y tribunales.
Pese al dolor, también han sido 6 meses de compañía; la familia, los amigos y gente anónima que da el pésame en el funeral, la calle o el restaurante. También han sido 6 meses de miedo, y siempre han estado ahí muchas organizaciones solidarias cada vez que levantamos la mano para pedir consejo o, simplemente, para hablar y ser escuchados.
6 meses para encontrar a mi papá en las viejas películas que nos gustaban o en las otras mil cosas por las que seguramente habríamos estado tan en desacuerdo. 6 meses en que los nietos han crecido un poco y ya no tienen al abuelo, pero sí el miedo y la pregunta recurrente: “¿y a ti te pueden meter presa por eso?”.
6 meses parece mucho, pero todavía la normalidad no ha vuelto del todo después de casi 1 año y medio desde la detención de mis padres, en abril de 2014. Pero la vida sigue, terca, no se detiene a esperar que estés listo. Y las convicciones no cambian sino que se fortalecen. El camino es aferrarse a la esperanza y aportar para construir un futuro distinto, de respeto, paz y encuentro. Un futuro de prosperidad y equidad, donde ya no quede un solo preso de conciencia en nuestras cárceles.