martes, 1 de mayo de 2012

El taxista y el estado de derecho

En estos días que estuve sin carro por Caracas tuve oportunidad de viajar en metro (contra todo pronóstico, sin ningún incidente que reportar) y, sobre todo, de conversar con los taxistas durante la habitual lentitud del tráfico en la ciudad una hora pico. Un día de cola especialmente complicada me encontraba en Chacaito intentando tomar un taxi y todos seguían de largo. Los peatones están acostumbrados: cuando más se necesita el servicio, los taxistas consideran que una carrera en semejante caos no es negocio. Afortunadamente, apareció un Lada bastante destartalado con una calcomanía de taxi en el parabrisas que sí se detuvo. Después de negociar el precio, me subí y emprendimos el viaje que en condiciones normales toma 15 minutos, pero que ese día tomó 40. Y, claro, conversamos.
Marcos es moreno, fornido, creo que tendrá 30 años o algo menos. La conversación empezó con las generalidades típicas: la cola, el clima, la política. Pero luego me enteré que es taxista desde hace solo pocos meses. Antes era albañil y se dedicaba a hacer remodelaciones en casas con un grupo de obreros y ayudantes que él mismo contrataba. Es decir, Marcos hasta hace nada era un pequeño empresario, aunque informal.
Sin lugar a dudas, su anterior oficio era más lucrativo y lo exponía menos a la inseguridad reinante que, como sabemos, cobra víctimas entre los trabajadores del transporte con excesiva frecuencia.  Por esa razón me pareció ese cambio en su línea de negocio muy inusual y por allí se fue la conversación un largo rato. ¿Por qué el cambio, qué pasó? Y lo que pasó fue que un cliente lo dejó guindando.
A fines del año pasado empezó a trabajar para una familia que acababa de comprar una vieja casa en La Lagunita. Según cuenta Marcos, la casa estaba prácticamente en ruinas y él se ocupó de poner porcelanato en el piso, hacer arreglos en paredes y tuberías, cambiar las ventanas. Pasó más de tres meses trabajando en esa casa y antes de empezar habían acordado un precio por la remodelación completa. Los clientes iban comprando los materiales y pagando semanalmente la nómina de los obreros.  Al final, cuando entregó la obra concluida, el cliente se negó a pagar lo restante del precio acordado. Le gritaron, lo insultaron, lo echaron de la casa. Le dijeron que podía reclamar donde quisiera, pero que no lograría nada porque ellos son gente importante, con contactos e influencia. Así que Marcos tuvo que irse con la cabeza gacha, sin llevar a su casa un bolívar de ganancia después de dedicar tres meses a una obra. Y fue así como decidió convertir su viejo carro en taxi. Quizás no será tanto el dinero, pero nadie va a quedarse con plata que hace falta en casa.
Podemos pensar lo que nos parezca sobre esa familia deshonesta que no honró un compromiso que había adquirido, así sea sólo de palabra. Pero no me interesa la discusión sobre ética que puede suscitar esta anécdota porque también en Alemania y Estados Unidos hay gente deshonesta. Así que el tema no es la “cultura del venezolano”, porque la diferencia entre nosotros y cualquier país con instituciones fuertes no es la ausencia de deshonestidad, sino la distinta capacidad del Estado para intervenir exitosamente en casos como este y, por tanto, desestimular los incumplimientos.
Cuando se habla del estado de derecho solemos centrarnos en la división e independencia de los poderes públicos, en el respeto de las libertades individuales y los derechos humanos, en la seguridad jurídica, entre otros muchos temas en los que nuestras instituciones públicas hoy sacan una nota deficiente. Sin embargo, la convivencia no solo necesita de esas normas que regulan la relación de los ciudadanos con el estado. También necesitamos instituciones que garanticen el cumplimiento de los contratos entre privados. No hay emprendedor que pueda tener éxito, no hay crecimiento a largo plazo en sectores diversos de nuestra economía si no se cuenta con un árbitro imparcial frente a las disputas comerciales.
¿Qué habría necesitado Marcos? Primero, constituir una empresa formal (RIF, NIT, registro mercantil…); segundo, haber firmado un contrato notariado en el que quedaran claras las condiciones del negocio; tercero, tribunales capaces de actuar con celeridad en el caso de una disputa. ¡Solo enumerándolo da miedo! Imagínense intentar hacerlo, sobre todo si usted es una persona humilde que vive en una zona popular de Caracas, para quien cada día dedicado a hacer diligencias, es un día que no lleva plata a la casa.
Por tanto, el estado de derecho no es una abstracción que sólo incumbe a quienes están debatiendo en la escena pública en esta coyuntura polarizada y conflictiva. Los costos de su ausencia la vivimos todos, todos los días.
Feliz día a todos los trabajadores, especialmente a los más vulnerables y desprotegidos. A aquellos para quienes no significará nada la nueva LOT.

8 comentarios:

  1. Hola Lissette,

    Gracias por permitirme con tus palabras el traslado mental a Caracas en un dia como hoy...

    Ante tu escrito, que agradezco mucho, queria solo comentar que nuestro amigo Marcos, aunque suene obvio, habria necesitado un ... sindicato... no te parece?

    Pero, curiosamente, esa opcion ni siquiera esta en nuestro mapa mental dentro del contexto venezolano, ni siquiera por ser hoy el dia del trabajador...

    No se, pero la omision me llamo mucho la atencion...

    Vivo ahora en un pais donde hay una estructura sindical bastante sofisticada, sindicatos que son ciertamente emblematicos. Comprensiblemente, por ser este el pais cuna de la 'revolucion industrial'

    La verdad?: muchos son en realidad unos mounstruos, tan o mas corruptos y burocratizados que el propio Estado. Y lo que digo lo digo porque 'tengo los pelos en la mano', habiendo trabajado dentro de ellos, pero tambien, y especialmente, desde los margenes en movimientos de base de resistencia.

    Viniendo de donde vengo y estando ahora donde estoy: Un pais en donde el trabajo precario (tampoco) es inusual y donde los vulnerables somos, regular (aunque no exclusivamente) los inmigrantes, hablando ya no solo como venezolana, sino como una de esas inmigrantes que tambien ha vivido la vulnerabilidad, me atreveria a decir que Venezuela esta seca de miradas nuevas.

    Tienes toda la razon, la gente es igual de deshonesta, racista e incumplida, no importa el pais de donde sean.

    Despues de vivir mas de 7 anos en un pais donde se supone que esas instituciones fuertes y eficientes 'funcionan', debo decir con todo respeto pero sin que me quede nada por dentro: Esta gente no es mejor que nosotros, y esa mentira maldita de que el problema es 'cultural' nos esta carcomiendo la perspectiva, pues nos desvincula peligrosamente del real meollo de la cuestion:

    La construccion colectiva de lo publico no es solo una tarea del Estado. El problema, entonces, no es la polarizacion, el problema es que la polarizacion esta planteada en el terreno equivocado

    Perdona Lissette, porque se que siempre resulta mas facil hablar cuando no se esta en la candela, y desde ese lugar acepto que mi vision seguramente es tambien bastante limitada e incompleta.

    Solo me parecio muy pero muy curioso la omision del tema sindical en toda esta pelicula, y me gustaria saber que opinas al respecto

    Un abrazo!

    Gabi

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    1. Tienes toda la razón, es inexcusable que se me haya pasado hablar de los sindicatos. Muchas gracias por leer y comentar. Saludos!

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  2. Excelente: Es el que mas me ha gustado de los que te he leido. Basta del temita de la cultura civica y de lo poco eticos que somos los venezolanos (bla bla).. Aunque tenga su importancia relativa, tu mencionas claramente sus limites. Gracias por compartirlo!

    Gaby: no se si lo que tu comentas (que me parecio super apropiado) puede tambien entenderse as, pero a mi me pasa que todo lo que digo ahora, despues de 4 anios fuera de Venezuela, es reducido a un esquema super simplificado de Chavismo-oposicion. Me explico: el tema laboral (y quiza incluya el de los sindicatos) paraciera ser un tema de la agenda chavista, "izquierdoso"; en el discurso de oposicion todo se centra en inversion privada, recorte del gasto publico, etc. (con lo cual no quiero decir que no haya que discutir esos temas). Pareciera que mencionar esos temas son o tabu, o simplimente arar en el mar. Tampoco acuso a Lissette de estar reduciendo el asunto, de hecho me gusto mucho este post, lo que me parece es sintomatico del contexto (como tu muy bien dices: ni siquiera esta en nuestros esquemas mentales).

    Muchos saludos.

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  3. Lissete, que me llevas de tweet en tweet por Caracas de paseo. Me encanta este post!
    Mi mamá es una bionalista graduada en el Aula Magna de la UCV hace unos 40 años, o más. Tiene un pequeño laboratorio, humilde, en el centro de Baruta. EL laboratorio de mi mamá permitió un liceo modesto pero muy bueno y la mejor educación universitaria que mi hermano (prof. de Filosofía de la UCV) y esta psicóloga pudieron aspirar. Y si supieras la cantidad de examenes sin pagar que han quedado por el camino se te ponen los pelos de punta.
    El problema es justamente que no puedes reclamar, no porque no tengas ganas, sino porque no tienes donde. Como "privado" estás tan desprotegido que, tras casi 30 años de ejercicio libre de la profesión no hay certeza ninguna de que después de cerrar tengas una vejez con los mínimos gastos cubiertos.
    Tan desprotegido, que una deuda de un cliente te deja en la calle, pues ¿quién va a darte crédito para seguir adelante?. Tan ninguneado que podrías preguntar qué diferencia hay entre el Laboratorio (con mayúsculas, que es una institución familiar) y el señor que vende verduras en la plaza, pues casi ninguna. Están expuestos a la "humanidad" (despojada de cultura) en una de sus versiones crudas, sin ningun mediador institucional que garantice sus derechos.
    Hasta aqui me quejo en nombre de mi mamá que no conoce tu blog.
    Pero sigo.
    Desde aqui, también soy autónoma (empresaria que ejerce libremente su profesión).El Estado es suficientemente fuerte para controlarte (Seguridad Social, licencias, etc), pero no tiene fuerza para protegerte.
    ...
    En todo caso me gusta mucho el acento de esta reflexión, que deja de "culpabilizarnos" de la causa y empieza a asomar la mirada a "responsabilizarnos" por las vías de solución. Como hacemos los psicólogos con las víctimas de abuso...

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    1. Me ha fascinado que dejaran de lado ese enfoque culturalista, tan extendido como pernicioso!!!! No estoy tan segura sobre el tópico sindical; aunque importante, no creemos en el valor de la protesta que, también por razones institucionales, queda sin ser bien recibida! De acuerdo con Aníbal: es el mejor de las conjeturas de Lisette. El tema me interesó sobremanera. Thamara Hannot

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    2. Hola Rosario, me encanta el cierre de tu comentario: "esta reflexión, que deja de "culpabilizarnos" de la causa y empieza a asomar la mirada a "responsabilizarnos" por las vías de solución. Como hacemos los psicólogos con las víctimas de abuso". Muchas de las explicaciones sobre nuestra situación social cumplen con eso de poner la responsabilidad fuera o, al menos, en cosas sobre las que no tenemos capacidad de intervención (el imperialismo, haber sido colonia, ser un país petrolero, tener un cultura X). Como socióloga solo me queda asumir que la sociedad tiene capacidad de actuar sobre si misma, de producirse. Por tanto, hay que proponer explicaciones alternativas, mirar distinto. Gracias por leer!

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  4. Profe!! Como consecuente lectora de sus conjeturas, esta es la que más me ha gustado. En Venezuela, una persona que quiera registrar su empresa puede tardar casi 150 días para el trámite, tres veces más del promedio para América Latina.
    Quizás estoy convertida en una evangelizadora contra el asunto del manido tema "cultural", pero es que hay que empezar por identificar bien el problema, para que juntos encontremos las soluciones. Un gran abrazo

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    1. Como puedes haber leido en los comentarios anteriores, el gremio al completo se encuentra en la misma cruzada. Nos estás sola!
      Gracias por leer y comentar, un saludo!

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